viernes, 20 de marzo de 2015

Akenatón y su doctrina politeísta al Dios Atón.


A la derecha se encuentra Akenatón y de la Izquierda es Nefertiti, su esposa.
Faraón egipcio de la XVIII dinastía. Fue sucesor de su padre, Amenofis III. Es recordado como un faraón herético o revolucionario, por cuanto, en un imperio esencialmente inmovilista, se atrevió a introducir un nuevo culto basado en la adoración del dios sol, Atón. Dicho cambio, que entrañaba importantes consecuencias en todos los órdenes de la vida de un Estado teocrático, tenía una intención política, pues permitió al faraón recuperar parte del poder que había ido perdiendo en beneficio de los sacerdotes y de la burocracia civil. En consecuencia, levantó una fuerte oposición, que daría al traste con la reforma tras la muerte de Akenatón.


Casado con la bella Nefertiti, accedió al trono a los 18 años. En el quinto año de su reinado decidió romper con el orden establecido, imponiendo la nueva religión y cambiando su propio nombre de Amenofis por el de Akenatón (el que es grato a Atón); la capital fue trasladada a una ciudad nueva, situada a medio camino entre las dos capitales tradicionales del Imperio, Tebas (en el Alto Egipto) y Menfis (en el Bajo Egipto).


La religión que trató de establecer se basaba en la superioridad de Atón sobre los demás dioses del panteón egipcio, lo que implicaba una tendencia monoteísta, incluso si el propio faraón seguía siendo adorado como un dios, intermediario privilegiado hacia el supremo Atón; los templos de los demás dioses fueron cerrados, sus propiedades confiscadas y sus símbolos destruidos (especialmente los dedicados a Amón-Ra, deidad predominante en la religión tradicional, cuyos sacerdotes habían acumulado poder y riquezas).


Aquella reforma provocó una honda crisis económica, al desorganizar las actividades que giraban en torno a los templos locales y absorber grandes recursos para la construcción de la nueva capital y los templos de Atón; la centralización económica consiguiente a la expropiación de los templos se vio acompañada de corrupción y caos en la gestión. Absorbido por las dificultades internas, Akenatón descuidó la acción exterior, permitiendo que creciera en Oriente Medio la influencia de los hititas en detrimento de la de Egipto.






En cambio, en el arte, las consecuencias del cambio fueron muy positivas, pues abrieron una época de mayor libertad creativa, que se caracterizó por un cierto realismo. Akenatón tuvo seis hijas, pero ningún hijo varón. Le sucedió su yerno Tutankamón, en cuyo reinado se desmontaron las reformas iniciadas y los sacerdotes de Amón-Ra recuperaron su poder. Cualquiera podría culpar a Akenatón por no seguir con la religión que ya llevaba miles de años de tradición, él lo hace porque siempre fue ignorado, por ser el último de los hijos, no lo incluían en las actividades religiosas politeístas en las que se Fundamentaba su familia. Toda la población que el construyó no simpatizaba absolutamente con Akenatón ni con su religión, por eso al morir muy joven, de un poco más de 30 años queda como faraón Tutankamón.



Portillo Araujo, Lorena María



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Lorena Araujo

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